PSOE: ni líder ni programa
Victoria Prego
(El Mundo 29-6-2014)
Despejadas las pocas dudas que aún cabían sobre los
candidatos a liderar el PSOE: tres de ellos han presentado los avales y Pedro Sánchez
se ha lucido al presentar muchos más de los necesarios.
Pero hasta el momento, no han presentado nada más.
Dentro de 15 días, los militantes van a elegir a su secretario general sin que
se conozca nada de su proyecto de partido y mucho menos de su modelo de país,
de cuál es su idea de España.
En estas dos semanas escasas que faltan para la
elección, suponemos que los tres candidatos algo avanzarán, pero dos semanas es
un tiempo ridículamente insuficiente para que quien pretende liderar el
principal partido de la oposición, con pretensiones de ser un partido de
Gobierno, exponga, no sólo a su gente sino al país entero, su proyecto político
básico y su programa para los próximos y agitados tiempos que nos esperan.
El
planteamiento de Sánchez, preocupante
De lo poco que sabemos de los pretendientes a encabezar
el PSOE es que uno de ellos, el que más avales ha aportado, Pedro Sánchez,
pretende un trato fiscal especial para Cataluña, que se reforme urgentemente la
Constitución para delimitar claramente y blindar las competencias exclusivas de
Cataluña en materia cultural o lingüística y que, por supuesto, sea considerada
una nación.
¿Y eso de dónde lo saca? Eso no está en las
resoluciones aprobadas en el último congreso, ni está en el programa del PSOE,
ni en su declaración política. Entonces, ¿qué es? Pues es una ocurrencia del
candidato. Pero las ocurrencias sobre un asunto que es de la máxima
trascendencia para este país no se pueden plantear como una especie de subasta
de ideas en medio de una contienda electoral de este tipo. Como punto de
partida, el planteamiento de Sánchez es, cuando menos, preocupante.
Además, ha dicho que está decidido, si gana, a
convocar primarias abiertas a los ciudadanos para elegir al candidato
socialista a la Presidencia del Gobierno. Eso y que hay que reformar el PSOE
«con cabeza y con corazón» es todo lo que hemos obtenido de él.
Del otro candidato aún hemos oído menos. Que es
republicano, que es partidario de una reforma de la Constitución para que
España sea un estado federal y que defiende un marco "post nacional"
de convivencia entre Cataluña y España. Pero atentos a la formulación hecha
sobre este punto por el candidato en persona: "El futuro del socialismo en
Cataluña está en la definición de un marco post nacional de reivindicación de
pertenencia ciudadana y de convivencia al servicio de un nosotros compartido,
que es un nosotros -en mi opinión- mejor".
Ahí queda eso.
También ha dicho que estaría a favor de una consulta
en Cataluña "si es dentro de la legalidad". Lo que no ha explicado es
cómo estaría dentro de la legalidad una consulta de esa naturaleza. Los
españoles estarían ansiosos de recibir esa explicación, pero todavía no se les
ha dado la oportunidad de escucharla.
Un
partido descabezado y desnortado
Con estos mimbres, estos solos, se va a elegir al
líder del único partido, además del PP, que podría gobernar España. Un partido
que no sólo está descabezado tras la renuncia de Alfredo Pérez Rubalcaba, sino
que, a la vista de lo oído por los candidatos y por algunos miembros de su
grupo parlamentario, está gravemente, y puede que irremisiblemente, desnortado.
Un partido que no tiene una posición única, y lo
anteriormente explicado lo demuestra, sobre la amenaza más seria y más
dramática que pende sobre España desde los trágicos días de la guerra civil: la
amenaza de secesión, el riesgo de ruptura de la unidad territorial y
sentimental de España. Un partido en que cada cual dice lo que se le ocurre
sobre este asunto crucial, o lo que calcula que más le conviene para vender en
estos momentos su candidatura.
Un partido, por otra parte, a cuyo grupo parlamentario
ha habido que esforzarse a fondo para convencerlo de que votara unánimemente a
favor de algo tan obvio como la aceptación de la abdicación del Rey Juan
Carlos. Un partido que no ha sido capaz de secundar el compromiso de su todavía
jefe para presentar conjuntamente con el PP una ley especial para establecer el
aforamiento del Rey Juan Carlos, porque considera que eso les suponía un riesgo
de cara a las bases.
Ésa fue la posición de los dos candidatos; Madina, de
hecho, lo expresó en público, y fue lo que hizo desdecirse de su acuerdo
inicial con el PP a un Rubalcaba que ya no tiene ninguna capacidad de
influencia, qué decir de mando, sobre los suyos.
Los
líderes acatan los dictados de la calle
Todas estas cosas y muchas más muestran hasta qué
punto la cúpula de este partido está más entregada ahora mismo en secundar lo
que diga "la calle" que en asumir sus responsabilidades nacionales.
Los líderes posibles del PSOE ya no lideran, secundan. Sus dirigentes han
renunciado a dirigir efectivamente a sus bases y han optado por acatar los
dictados que les llegan de la calle. El prestigio que ha adquirido en algunos
ámbitos la fórmula asamblearia como forma más depurada de la democracia, lo que
se llama sin fundamento alguno la "democracia participativa", ha
hecho estragos en todos los partidos de la izquierda española de un tiempo a
esta parte.
Y la calle de la izquierda está sumergida ahora mismo
en el asombroso debate Monarquía-República. En un país que ha conocido bajo la
Monarquía las más altas cotas de libertad y democracia, la izquierda se ocupa
ahora de plantear esta disyuntiva que está lejos, muy lejos, de los problemas
reales de un país en el que hay casi cinco millones de parados y en el que dos
millones trescientos mil niños viven en la pobreza. Pero la izquierda se fija
más en la necesidad imperiosa de celebrar un referéndum para que los españoles
decidan algo tan decisivo para sus vidas como si España debe seguir siendo,
como dice la Constitución, una Monarquía parlamentaria o tiene que pasar a ser
una república.
Un
terremoto ante el éxito de Podemos
Cierto que en el PSOE este planteamiento no es oficial
y, salvo en algunos pronunciamientos aislados, ni siquiera ha sido explícito.
Pero esa firme vocación republicana expresada por diputados y candidatos que,
por cierto, no está en las señas de identidad históricas del partido, esa
distancia buscada con la Monarquía, ese miedo a parecer pro monárquicos ante
los militantes que, de pronto, parecen no compartir el consenso existente hasta
ahora sobre las incontables bondades que nos ha proporcionado el régimen
democrático que España ha vivido bajo esta Monarquía, evidencia el terremoto y el
miedo que está viviendo la izquierda española ante el éxito de la formación Podemos
en las recientes elecciones europeas.
El terremoto ha cobrado dimensiones dramáticas en las
filas de Izquierda Unida, pero sus ecos han alcanzado de lleno al PSOE. La
reacción de los de Cayo Lara frente al fenómeno de Podemos ha sido hasta
el momento de pánico, que les está moviendo perceptiblemente a posiciones de
extrema izquierda. Y en este partido se reproduce con especial intensidad lo
que parece ser un mal extendido en la política española: los líderes no
lideran, los dirigentes no dirigen a las bases, sólo siguen mansamente lo que
las bases les mandan. Ése no es el papel que un dirigente político tiene que
desempeñar. Su obligación es saber lo que las bases demandan, claro que sí,
pero él o ella están para defender la posición del partido y marcar el camino
en tiempos confusos.
Falta la
firmeza de Felipe González
Un ejemplo claro de lo que es la función de un
dirigente la dio Felipe González en mayo de 1979 cuando presentó su
dimisión como secretario general del partido porque en el congreso que se
estaba celebrando triunfó, contra su criterio, la ponencia ideológica que
defendía el marxismo como seña de identidad del partido. "Nunca he sido un
junco que mueve el viento en la dirección que sopla. [...] Si hago política
perdiendo fuerza moral y razones morales, prefiero apagar, porque yo no estoy
en la política por la política. Estoy porque hay un discurso ético que no suena
demasiado revolucionario, que no suena demasiado demagógico, pero que es el que
mueve a Felipe González en la Política".
Y se fue. Cuatro meses más tarde, los delegados del
congreso extraordinario comprendieron que debían abrazar una posición
socialdemócrata y entonces Felipe González ocupó de nuevo la Secretaría General
y llevó a su partido a la victoria en las siguientes elecciones.
Esa firmeza en la dirección y en el liderazgo de su
partido la demostraría González muchas veces a lo largo de sus casi 14 años de
gobierno. Y eso es lo que les falta a los dirigentes de los partidos de la
izquierda española, también del PSOE, ahora mismo.
El terror
escénico que domina a IU
Porque a Podemos le tenía que haber enfrentado
Izquierda Unida su propio discurso y haber desmontado la enorme cantidad de
falacias y debilidades que acumula esta pequeña y nueva formación. Sólo así
puede vencerla ante sus votantes y recuperar el lugar político que cree que se
ha ganado a lo largo de los años. Con un discurso vigoroso y firme, lleno de
convicción y sin miedo. Si no lo hace, si intenta subsumirse en la esfera de
Podemos, saldrá absolutamente derrotada.
Y los ecos de ese terror escénico que domina a la
cúpula de IU se ha trasladado al Partido Socialista, que ya no tiene un
discurso firme y único que sirva lo mismo para Cataluña que para Andalucía,
para el País Vasco que para Madrid.
Un partido que en Cataluña fue tantas veces la fuerza
más votada y que hoy se debate en su agonía entre la indefinición y la guerra
interna. Que se avergüenza de apoyar el aforamiento del Rey y que se esconde
detrás de cuestiones formales, que él ha contribuido a provocar con su espantá
de último momento, para ocultar que se avergüenza.
Los candidatos a encabezar ese partido van a medir sus
fuerzas el día 13. Y el ganador de esas elecciones por los militantes se
presentará ante el Congreso, cuyos delegados tendrán que limitarse a ratificar
al ganador y elegir a la nueva Ejecutiva, que el ganador ya habrá negociado
previamente con las federaciones. Entones será cuando conozcamos la declaración
política de este Congreso extraordinario con su nuevo secretario general al
frente.
El PSOE
debe reponerse de la postración
A España no le interesa que el PSOE siga sumido en la
irrelevancia en la que se encuentra, no le interesa que no recupere un discurso
nacional, de defensa de España frente al desafío independentista. A este país
le interesa extraordinariamente que el PSOE se reponga de la postración en que
ha caído, le interesa que su líder lidere de manera efectiva el partido con
mano firme, que conecte de nuevo con sus electores, que conquiste su apoyo como
lo tuvo en otro tiempo y vuelva a ser el partido fuerte y vigoroso que fue. A
España le interesa rotundamente que el Partido Socialista no se disuelva en la
inanidad.
Porque, si fuera así, si el PSOE no lograra reponerse
de sus incontables males actuales, llegaría tan debilitado como lo está ahora a
las elecciones generales y eso sería una catástrofe nacional. Porque el espacio
que los socialistas dejaran vacío en el apoyo ciudadano sería ocupado en su
mayor parte por las actuales formaciones de izquierda y de extrema izquierda,
que tienen una presencia cada vez mayor entre el electorado joven.
Porque España es en esto el reverso de Europa en su
conjunto: allí la amenaza procede de los partidos de extrema derecha. Aquí la
extrema derecha está ausente de la vida política, es inoperante en el
escenario. Aquí la amenaza proviene de la extrema izquierda. Y, por eso, la no
recuperación profunda del PSOE antes de las elecciones, daría como resultado un
Parlamento que, si el PP perdiera, como es previsible su mayoría absoluta,
convertiría al país un espacio ingobernable.
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