sábado, 28 de junio de 2014


PSOE: ni líder ni programa

Victoria Prego (El Mundo 29-6-2014)
Despejadas las pocas dudas que aún cabían sobre los candidatos a liderar el PSOE: tres de ellos han presentado los avales y Pedro Sánchez se ha lucido al presentar muchos más de los necesarios.

Pero hasta el momento, no han presentado nada más. Dentro de 15 días, los militantes van a elegir a su secretario general sin que se conozca nada de su proyecto de partido y mucho menos de su modelo de país, de cuál es su idea de España.

En estas dos semanas escasas que faltan para la elección, suponemos que los tres candidatos algo avanzarán, pero dos semanas es un tiempo ridículamente insuficiente para que quien pretende liderar el principal partido de la oposición, con pretensiones de ser un partido de Gobierno, exponga, no sólo a su gente sino al país entero, su proyecto político básico y su programa para los próximos y agitados tiempos que nos esperan.

El planteamiento de Sánchez, preocupante

De lo poco que sabemos de los pretendientes a encabezar el PSOE es que uno de ellos, el que más avales ha aportado, Pedro Sánchez, pretende un trato fiscal especial para Cataluña, que se reforme urgentemente la Constitución para delimitar claramente y blindar las competencias exclusivas de Cataluña en materia cultural o lingüística y que, por supuesto, sea considerada una nación.

¿Y eso de dónde lo saca? Eso no está en las resoluciones aprobadas en el último congreso, ni está en el programa del PSOE, ni en su declaración política. Entonces, ¿qué es? Pues es una ocurrencia del candidato. Pero las ocurrencias sobre un asunto que es de la máxima trascendencia para este país no se pueden plantear como una especie de subasta de ideas en medio de una contienda electoral de este tipo. Como punto de partida, el planteamiento de Sánchez es, cuando menos, preocupante.

Además, ha dicho que está decidido, si gana, a convocar primarias abiertas a los ciudadanos para elegir al candidato socialista a la Presidencia del Gobierno. Eso y que hay que reformar el PSOE «con cabeza y con corazón» es todo lo que hemos obtenido de él.

Del otro candidato aún hemos oído menos. Que es republicano, que es partidario de una reforma de la Constitución para que España sea un estado federal y que defiende un marco "post nacional" de convivencia entre Cataluña y España. Pero atentos a la formulación hecha sobre este punto por el candidato en persona: "El futuro del socialismo en Cataluña está en la definición de un marco post nacional de reivindicación de pertenencia ciudadana y de convivencia al servicio de un nosotros compartido, que es un nosotros -en mi opinión- mejor".

Ahí queda eso.

También ha dicho que estaría a favor de una consulta en Cataluña "si es dentro de la legalidad". Lo que no ha explicado es cómo estaría dentro de la legalidad una consulta de esa naturaleza. Los españoles estarían ansiosos de recibir esa explicación, pero todavía no se les ha dado la oportunidad de escucharla.

Un partido descabezado y desnortado

Con estos mimbres, estos solos, se va a elegir al líder del único partido, además del PP, que podría gobernar España. Un partido que no sólo está descabezado tras la renuncia de Alfredo Pérez Rubalcaba, sino que, a la vista de lo oído por los candidatos y por algunos miembros de su grupo parlamentario, está gravemente, y puede que irremisiblemente, desnortado.

Un partido que no tiene una posición única, y lo anteriormente explicado lo demuestra, sobre la amenaza más seria y más dramática que pende sobre España desde los trágicos días de la guerra civil: la amenaza de secesión, el riesgo de ruptura de la unidad territorial y sentimental de España. Un partido en que cada cual dice lo que se le ocurre sobre este asunto crucial, o lo que calcula que más le conviene para vender en estos momentos su candidatura.

Un partido, por otra parte, a cuyo grupo parlamentario ha habido que esforzarse a fondo para convencerlo de que votara unánimemente a favor de algo tan obvio como la aceptación de la abdicación del Rey Juan Carlos. Un partido que no ha sido capaz de secundar el compromiso de su todavía jefe para presentar conjuntamente con el PP una ley especial para establecer el aforamiento del Rey Juan Carlos, porque considera que eso les suponía un riesgo de cara a las bases.

Ésa fue la posición de los dos candidatos; Madina, de hecho, lo expresó en público, y fue lo que hizo desdecirse de su acuerdo inicial con el PP a un Rubalcaba que ya no tiene ninguna capacidad de influencia, qué decir de mando, sobre los suyos.

Los líderes acatan los dictados de la calle

Todas estas cosas y muchas más muestran hasta qué punto la cúpula de este partido está más entregada ahora mismo en secundar lo que diga "la calle" que en asumir sus responsabilidades nacionales. Los líderes posibles del PSOE ya no lideran, secundan. Sus dirigentes han renunciado a dirigir efectivamente a sus bases y han optado por acatar los dictados que les llegan de la calle. El prestigio que ha adquirido en algunos ámbitos la fórmula asamblearia como forma más depurada de la democracia, lo que se llama sin fundamento alguno la "democracia participativa", ha hecho estragos en todos los partidos de la izquierda española de un tiempo a esta parte.

Y la calle de la izquierda está sumergida ahora mismo en el asombroso debate Monarquía-República. En un país que ha conocido bajo la Monarquía las más altas cotas de libertad y democracia, la izquierda se ocupa ahora de plantear esta disyuntiva que está lejos, muy lejos, de los problemas reales de un país en el que hay casi cinco millones de parados y en el que dos millones trescientos mil niños viven en la pobreza. Pero la izquierda se fija más en la necesidad imperiosa de celebrar un referéndum para que los españoles decidan algo tan decisivo para sus vidas como si España debe seguir siendo, como dice la Constitución, una Monarquía parlamentaria o tiene que pasar a ser una república.

Un terremoto ante el éxito de Podemos

Cierto que en el PSOE este planteamiento no es oficial y, salvo en algunos pronunciamientos aislados, ni siquiera ha sido explícito. Pero esa firme vocación republicana expresada por diputados y candidatos que, por cierto, no está en las señas de identidad históricas del partido, esa distancia buscada con la Monarquía, ese miedo a parecer pro monárquicos ante los militantes que, de pronto, parecen no compartir el consenso existente hasta ahora sobre las incontables bondades que nos ha proporcionado el régimen democrático que España ha vivido bajo esta Monarquía, evidencia el terremoto y el miedo que está viviendo la izquierda española ante el éxito de la formación Podemos en las recientes elecciones europeas.

El terremoto ha cobrado dimensiones dramáticas en las filas de Izquierda Unida, pero sus ecos han alcanzado de lleno al PSOE. La reacción de los de Cayo Lara frente al fenómeno de Podemos ha sido hasta el momento de pánico, que les está moviendo perceptiblemente a posiciones de extrema izquierda. Y en este partido se reproduce con especial intensidad lo que parece ser un mal extendido en la política española: los líderes no lideran, los dirigentes no dirigen a las bases, sólo siguen mansamente lo que las bases les mandan. Ése no es el papel que un dirigente político tiene que desempeñar. Su obligación es saber lo que las bases demandan, claro que sí, pero él o ella están para defender la posición del partido y marcar el camino en tiempos confusos.

Falta la firmeza de Felipe González

Un ejemplo claro de lo que es la función de un dirigente la dio Felipe González en mayo de 1979 cuando presentó su dimisión como secretario general del partido porque en el congreso que se estaba celebrando triunfó, contra su criterio, la ponencia ideológica que defendía el marxismo como seña de identidad del partido. "Nunca he sido un junco que mueve el viento en la dirección que sopla. [...] Si hago política perdiendo fuerza moral y razones morales, prefiero apagar, porque yo no estoy en la política por la política. Estoy porque hay un discurso ético que no suena demasiado revolucionario, que no suena demasiado demagógico, pero que es el que mueve a Felipe González en la Política".

Y se fue. Cuatro meses más tarde, los delegados del congreso extraordinario comprendieron que debían abrazar una posición socialdemócrata y entonces Felipe González ocupó de nuevo la Secretaría General y llevó a su partido a la victoria en las siguientes elecciones.

Esa firmeza en la dirección y en el liderazgo de su partido la demostraría González muchas veces a lo largo de sus casi 14 años de gobierno. Y eso es lo que les falta a los dirigentes de los partidos de la izquierda española, también del PSOE, ahora mismo.

El terror escénico que domina a IU

Porque a Podemos le tenía que haber enfrentado Izquierda Unida su propio discurso y haber desmontado la enorme cantidad de falacias y debilidades que acumula esta pequeña y nueva formación. Sólo así puede vencerla ante sus votantes y recuperar el lugar político que cree que se ha ganado a lo largo de los años. Con un discurso vigoroso y firme, lleno de convicción y sin miedo. Si no lo hace, si intenta subsumirse en la esfera de Podemos, saldrá absolutamente derrotada.

Y los ecos de ese terror escénico que domina a la cúpula de IU se ha trasladado al Partido Socialista, que ya no tiene un discurso firme y único que sirva lo mismo para Cataluña que para Andalucía, para el País Vasco que para Madrid.

Un partido que en Cataluña fue tantas veces la fuerza más votada y que hoy se debate en su agonía entre la indefinición y la guerra interna. Que se avergüenza de apoyar el aforamiento del Rey y que se esconde detrás de cuestiones formales, que él ha contribuido a provocar con su espantá de último momento, para ocultar que se avergüenza.

Los candidatos a encabezar ese partido van a medir sus fuerzas el día 13. Y el ganador de esas elecciones por los militantes se presentará ante el Congreso, cuyos delegados tendrán que limitarse a ratificar al ganador y elegir a la nueva Ejecutiva, que el ganador ya habrá negociado previamente con las federaciones. Entones será cuando conozcamos la declaración política de este Congreso extraordinario con su nuevo secretario general al frente.

El PSOE debe reponerse de la postración

A España no le interesa que el PSOE siga sumido en la irrelevancia en la que se encuentra, no le interesa que no recupere un discurso nacional, de defensa de España frente al desafío independentista. A este país le interesa extraordinariamente que el PSOE se reponga de la postración en que ha caído, le interesa que su líder lidere de manera efectiva el partido con mano firme, que conecte de nuevo con sus electores, que conquiste su apoyo como lo tuvo en otro tiempo y vuelva a ser el partido fuerte y vigoroso que fue. A España le interesa rotundamente que el Partido Socialista no se disuelva en la inanidad.

Porque, si fuera así, si el PSOE no lograra reponerse de sus incontables males actuales, llegaría tan debilitado como lo está ahora a las elecciones generales y eso sería una catástrofe nacional. Porque el espacio que los socialistas dejaran vacío en el apoyo ciudadano sería ocupado en su mayor parte por las actuales formaciones de izquierda y de extrema izquierda, que tienen una presencia cada vez mayor entre el electorado joven.

Porque España es en esto el reverso de Europa en su conjunto: allí la amenaza procede de los partidos de extrema derecha. Aquí la extrema derecha está ausente de la vida política, es inoperante en el escenario. Aquí la amenaza proviene de la extrema izquierda. Y, por eso, la no recuperación profunda del PSOE antes de las elecciones, daría como resultado un Parlamento que, si el PP perdiera, como es previsible su mayoría absoluta, convertiría al país un espacio ingobernable.

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