Editorial: El PP apuesta por la transparencia y
la cercanía con el ciudadano
Agustín Ferrer Ortiz.-
Decía hace unos días Emilio Llopis, brazo derecho y amigo
inseparable de Alfonso Rus, que el Partido Popular en la Comunidad Valenciana
quiere hacer una apuesta firme por la transparencia y la cercanía para con el
ciudadano. Francamente lo necesitan.
Francamente el propósito es muy bueno y muy loable, pero llevarlo a
cabo desde el PPCV va a ser un trabajo del todo casi imposible por el carácter
de señoritingos que tienen el noventa por ciento de los políticos de este grupo
y tienen también el moco subido y les cuesta mucho hablar con la plebe y
sinceramente, de esos, quien les escribe conoce unos cuantos, como si bajar de
la nube celestial en la que viven y ponerse a niveles inferiores fuera a ser
algo que perjudique a sus carreras. Sirva decir también que en los partidos de
la izquierda valenciana también hay mucho elemento que se cree en estos altos
niveles y bajarse es como sentirse inferior ante sus iguales.
El ciudadano quisiera ver a sus políticos no solo cuando están dado
sus mítines para reclamarles el voto con promesas que se cumplen a medias y en
muchos casos ni se cumplen. Quieren verlos andando por las calles de la ciudad,
conversando, tomando un café, no en restaurantes de lujo y con coches oficiales
que pagamos con nuestros impuestos. Quieren su cercanía, un saludo, un apretón
de manos y que demuestren que realmente les interesan nuestros problemas. Que
vivan la calle con fervor y pasión y no la poltrona cómoda de un despacho con
suculento sueldo a final de mes, que es definitiva lo que vienen demostrando.
Gran parte de la culpa del resultado negativo, pésimo, desastroso
obtenido por el Partido Popular en las europeas en la Comunidad Valenciana, no
vienen provocado por el aumento de votos hacia la izquierda más radical de
podemos que han sido los votos que ha perdido el PSPV, sino, la abstención que
ha sido la enemiga real, porque esa abstención es la de los votante populares
que no han visto realizadas las verdades que prometían y por ende han castigado
a su partido, también porque se encuentran a años luz de distanciamiento con
sus políticos, no solo ya en Valencia donde más se nota, sino en muchísimos
pueblos de la geografía valenciana y no quiero decir nombres porque ellos saben
perfectamente quienes son.
Sinceramente he coincidido con muchos políticos y en pocos de ellos
he encontrado esa necesidad personal de acercarse al pueblo, como digo, de una
simple conversación que demuestre el verdadero interés por aquellos menesteres
que preocupan a la sociedad, porque probablemente se encontrarían con una
sociedad menos crispada, más dispuesta al diálogo y menos a las manifestaciones
y protestas con tintes más belicosos que democráticos, juego que está
aprovechando la extrema izquierda radical para llevas las ascuas a su brasero y
evidentemente estar dispuestos a discutir en sociedad aquellos asuntos que
tanto gustan de esconder y que ni siquiera comentan en las redes sociales que
al caso, solo sirven para verles sus fotos de postín en procesiones o
celebraciones magnas que no son más que un insulto hacia una sociedad
esclavizada por la crisis y por los problemas sociales que día a día tienen que
soportar.
Un ejercicio de humildad le vendría extraordinariamente bien al
Partido Popular y de paso también al PSPV de Ximo Puig que pierde cuartel en
pro de Compromís y Podemos, algo muy peligroso para los buenos intereses de
esta tierra, bajarse de esas nueves de algodón en las que se encuentran y que
tanto daño está haciéndoles, amén de muchos cambios de imagen que requiere el PPCV,
un cambio radical de personas que están en la primera fila tal y como está
promulgando Isabel Bonig y como también desea Alfonso Rus que sería el
candidato ideal a presidir la Generalitat Valenciana, falta de un líder
honesto, sincero, trabajador y cercano a la ciudadanía, que disfruta de
almorzar con sus amigos y fumarse un puro en amena conversación. Un hombre que
no teme llamar a las cosas por su nombre y plantarle cara al más pintado, con
unos principios éticos y morales de primer orden.
En
definitiva son ellos mismos los que deben olvidar esa lejanía que tienen con
los ciudadanos a los que solo se acercan para la foto durante las campañas
políticas con la sonrisa “profident” que luego se convierte en olvido ya que ni
siquiera recuerdan sus promesas, sus deberes y sus obligaciones, buscando nada
más que sus derechos y sus bienes. Y así, un político nunca alcanzará la
cúspide de la gloria y se convertirá en el “burro Victoria que pasa sin pena ni
gloria”.
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