miércoles, 21 de abril de 2010

El genoma mutante de Zapatero (Por José Antonio Sentis)

Aznar ha heredado de sus antepasados la principal de las habilidades periodísticas: hacer titulares. Como ahora no tiene que dedicarse a la política, puede hacer malabarismos con ella. El acierto de su diagnóstico sobre el “ADN socialista español” es indiscutible: “El paro, la crisis y el despilfarro”.

En Veo 7, Juan Fernández Miranda, periodista joven y de fuste, me preguntó si estaba de acuerdo con ese plantamiento. Supongo que podría haber contestado que, siendo brillante, no deja de ser obvio. Pues es evidente que el Gobierno socialista de Zapatero ha sido el campeón del despilfarro, ha saludado impávido la multiplicación del paro, y ha demostrado una incompetencia palmaria ante la crisis.

Pero me preocupó más explicar el magnífico titular del genoma del PSOE. Porque no es normal que cuando el PSOE llega al poder, las cuentas públicas se echan a temblar. A fin de cuentas, se supone que son gente que algo habrá estudiado (no todos, ya sé); que alguna experiencia de gestión puede tener (no mucha, también sé); o, como mínimo, que algo podría aprender cuando llega al cargo.

Pero no hay manera. Mientras la caja está llena, los socialistas españoles se mueven con gran soltura, pues añaden su infinita capacidad de propaganda a la capacidad de financiarla. Pero apenas dura un suspiro. El tiempo en que el viento deja de soplar en las velas. Y, a partir de ahí, todo es naufragio. Y, como nada hicieron para que las cosas fueran bien, nada saben hacer cuando se tuercen.

¿Cuál es, entonces, la composición del gen de los neosocialistas hispánicos? Que, por no saber, no saben ni siquiera las bases de la socialdemocracia, aunque aparenten guiarse por ella. El lobby de Zapatero ha estado tan obsesionado por la República que se le olvidó repasar algo bastante más cercano: el congreso de Bad Godesberg, donde los socialistas alemanes decidieron inventar la socialdemocracia, es decir, la combinación de ideas originalmente socialistas sobre el reparto equitativo de la riqueza con la economía capitalista de mercado procedente del liberalismo. O, lo que es lo mismo, la fórmula para lograr un liberalismo corregido o humanizado, sin perder simbólicamente la presunta bandera socialista. Aunque, por supuesto, la encerraran en una vitrina, pues ya había demostrado su fracaso en la Rusia soviética.

Zapatero quiere mandar, por eso, en un cuerpo liberal de mercado, con alma de socialismo liberador. Con la segunda, no sabe cómo gestionar el primero. Y con el primero sólo sabe pagarse las rondas de subvenciones, donaciones y derroches electoralistas que le pide la segunda.

Cuando Zapatero y los suyos se enfrentan al paro, sólo piensan en una cosa: cómo pagar el desempleo. Y eso, que no es malo en sí, tiene un problema. Que no piensan en cómo evitarlo. Para el alma socialista de Zapatero, la injusticia es no pagar el desempleo, sin atender que lo verdaderamente injusto es que el paro llegue a producirse. Por eso, los modernos socialistas españoles se apresuran a consolarse con cuatrocientos euros por aquí o por allá, y piensan que lo están haciendo muy bien. Y no es que lo interprete yo: es que lo dicen ellos todos los días, lo bien que lo están haciendo.

Zapatero no entiende la creación de riqueza. Sólo entiende que, los que la tienen, tienen que repartirla. Por eso no cree que haya que liberar de impuestos a los ciudadanos para activar la economía, sino que los sube para encontrar medios para sus dádivas (que, por cierto, quedan muchas veces al nivel de ridículas limosnas). Por eso no cree en la reforma para adecuar el mecado laboral a las situaciones cambiantes o, como es el caso ahora, ante las urgencias angustiosas de la crisis. Por eso, en fin, no hace nada, porque no sabe y, sobre todo, no cree que haya que hacerlo.

Y, aún más, en lo que sí cree Zapatero es en un cuerpo financiero sólido en el Estado, y lo más estatalizado posible, y por eso toda su preocupación está en la Banca y casi ninguna en las clases medias, en los emprendedores, en las empresas pequeñas y medianas. Lo que es perfectamente compatible con lo anterior, porque si hay algo poco liberal es una institución financiera, especialmente cuando es pública.

Salvo en ese apartado económico financiero, que también tiene regusto socialista, Zapatero sólo está cómodo cuando puede desplegar su alma socialista en todo lo simbólico: la nostalgia por la guerra perdida contra el franquismo; la ensoñación por la concordia universal; la nueva frontera de los sexos liberados; el nuevo modelo de familia. Y, sobre todo, la meta histórica de un poder perpetuo para su partido y para él mismo, por pura justicia, al ser el único que se lo merece como intérprete inequívoco de los designios del destino. Vamos: el fin de la historia, pero el de verdad, no el de Fukuyama y todos los demás fascistas (del PP, por supuesto).

Entretanto, el socialismo de Zapatero purga una condena que le parece intolerable: vive en una democracia burguesa en el contexto de un mercado capitalista. Y, claro, no sabe qué hacer con la una (y por eso respeta la división de poderes del Estado de aquella manera, es decir, de ninguna manera), ni sabe cómo afrontar los problemas del otro, del sistema económico.

Ése es su genoma, donde cada cromosoma tira para un lado y ha generado una mutación política que no resistiría una mínima prueba de viabilidad. Pues los sueños de poder generan monstruos, especialmente cuando se mezclan con la pesadilla de la indigestión ideológica. Y de la incompetencia, ay, de la abisal incompetencia.

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